domingo, 28 de julio de 2013

CONFUSION

Lo que pasa es que las vías del tren son paralelas, si fueran de madera las nubes estarían bien reflejadas y las agujas de tejer no se perderían. No, lápiz, estás confundido, las hojas de diario no son sopa, sopa es cuando estrujás una mesa y luego de condimentar con cola de carpintero la pasás por la sartén.
Además los pájaros y los yacarés se enojan cuando ronco mientras estoy despierto.  Mi abuela que cuando se murió estaba despierta dice que no se puede tejer con manijas de auto y que las señales del tranvía son más antiguas que un bebé recién nacido.
El problema es que la geografía de las estrellas de otoño en el hemisferio ariano son más de noche que de tarde. Me preocupan las chinches porque cuando quiero pegar una foto en un libro de hierro se resisten sacando las patas para afuera. Tengo que probar con clavos de acero para hacer la cama, las almohadas de pluma de gorrión no se dejan meter dentro de la panza del gato que maúlla como un oso cuando no tiene las piedras para comer.
Las corbatas se anudan por su cuenta pero los cuellos son sin pajarita y con varios botones que cuando se quieren abrochar se prende la radio y se apaga la luz de la casa de al lado.
Los vecinos vienen en bandada para comer los restos de plesiosaurios abandonados por comadrejas y comadronas al costado del bosque de velas que se prenden por abajo y hay que tenerlas con los pies para soplarlas por el medio cuando se cumple aniversario de muerte de la pareja que se casó subida a un sequoia y lo peor pior son las lentejas que hay que contar una a una para repartir en los platos del hormiguero y que cada cucaracha tenga lo suyo y razonable sin olvidar que cuando las pisen no hagan ruido porque despiertan a los jueces que deambulan por las avenidas buscando a Tarzán que con su elefante chita se cuelga de los cables del trolley y del subte para construir nidos en los suburbios de los canales de riego.
Mi padre, que en paz descanse, viene a buscarme para juntos comer un solo fideo de dos kilómetros y condimentarlo con la risa de mi abuela la que estaba pero no estaba porque hay como seis abuelas y ningún abuelo de generación espontánea      que quema las alas de los angelitos que ya no vuelan ni rezan para que no se les queme el asado de diccionario.
Lo que pasa es que el matrimonio de la bombita de cuarenta bujías con la bombita de dos megatones no se puede consumar por ausencia de órgano musical aunque los faroles que toman la temperatura axial descubren que el calor brinda más protección contra los calambres que la urticaria. Por otro lado la culpa es de los espejos que no se dejan engañar por lo relojes que adelantan el siglo y convierten las carabelas de Colón estacionadas junto al obelisco en muñones de globos terráqueos o figurones de proa para escandalizar a las ONG dedicadas a la pornografía del virus cuando penetra el marcador verde con que se dibujan los destinos de los aliens.
Eso pasó cuando imaginé la noche que habíamos pasado tan plena de carozos y cáscaras de cine en el limbo de los pisapapeles y cables de transmisión de gas para propender la ejecución de elecciones entre los infantes por nacer.  Eso eso es lo mejor, poder elegir que padres queremos, si queremos padres o pares.  Eso eso es lo mejor, mamaderas de papel para llenar con tinta de alfombra y marionetas de títeres que asoman sus quichicientos dedos de cada mano en el alumbrar de un día que se hace madrugada y vuelve para atrás el reloj de no sé qué.
La mancha del guardapolvo  no se saca con plumero y sí con tenedor y el vaso de leche no se toma con bombilla sino con sorbor al que se le agrega polvo de estrellas y Frankie con café más vino en damajuanas y damajuanas que son damas tiesas y teresas.  Los teléfonos gritan su angustia del cero y la imposibilidad de comunicarse sin que los aprieten por todos lados y envolver con hilo sisal el humo de los aparadores con que se cocina la historia del sonido de un timbre convocando al vómito colectivo que alimente los trapos de hojalata y las llaves del sacrificio involuntario de los marcos para cuadros y pinturas rupestres fabricadas ayer mientras mi otra abuela que dormía después de morirse.
Las carpetas aúllan de vergüenza por las cosas que ocultan del allanamiento vertical y la estampida de cuerdas de guitarra que espantan a las notas musicales de un coro de entusiastas máquinas de televisar encuentros de
Mis sueño son tan reales que sueño que estoy frente a un pelotón de fusilamiento y hay un entorchado que grita FUEGO!!!
PUM