domingo, 17 de julio de 2011

La Tapa

La Tapa
El ruido que produce la guillotina del jardinero que prolija el pequeño espacio verde  frente a la ventana desde donde reflexiono y rememoro la vida con estos pensamientos me molesta pero no me impide.
El teflón ha reemplazado el acero que rebanaba cabezas aristocráticas hace un par de siglos, no porque el teflón continúe con el entretenimiento de Marat de cortar cabezas sino porque rebana y equipara en altura el pasto que alfombra el piso.
Hace ya varios días que estoy frente a esta ventana detrás de la cual se agita tiembla y publicita su color un inmenso gomero, que seguro tiene tantos años como yo pero goza de una lozanía que está expuesta y evidencia aún más mi decadencia, que es imposible que oculte detrás de una increíble coquetería.
Junto al gomero, pero a sus pies, flores de distintos colores embellecen la vista y tranquilizan el caminar de quienes deambulan por los senderos de este jardín que se me antoja pequeño porque es lo que abarca mi vista pero sigue más allá. Escucho  trinar de pájaros por la mañana mientras se van convocando para saludar un nuevo día, y mientras saludan ese arribo para mí representa una etapa que me acerca al final, a este abrupto e inesperado final que no por menos pensado es más sorpresivo, porque “cuando el rio suena piedras trae” dicen nuestros mayores, y yo ignoré por soberbia, exceso de confianza en mí y en quienes me rodean y rodeaban esos mensajes, esas piedras del rio.
Estoy preso de mí, la piel que desde toda la vida ha servido de incansable e impermeable mortaja está ajada percudida arrugada con manchas de un marrón oscuro que asemeja  pecas.
Los huesos, andamiaje del cuerpo, se quiebran apenas se les exige un esfuerzo mayor que levantar un vaso, los músculos están cansados del ajetreo causado durante toda la vida que he transcurrido y piden sin ruido permanecer quietos.
Las glándulas los órganos los sentidos todos quienes ejercieron armónicamente el hermoso e incomparable oficio de mantenerme vivo solicitan un “basta” imperioso y en silencio.
Pienso en la familia.
El recuerdo que tengo de mi padre es de un hombre con sombrero blanco y de mi madre un lazo azul rodeando su cintura, les he sobrevivido muchos años y si no fuera por las fotos ni siquiera me acordaría de sus caras.
También he tenido hermanos, dos, un varón y una mujer, mayores que yo, pero de ellos no me acuerdo nada, no se casaron y no tuvieron descendencia. 
Yo sí me casé, era bastante joven y la que fue mi esposa también muy joven, era lo que se estilaba, fui el primer hombre que besó y fui el primer hombre que la tuvo desnuda y fui dueño de su virginidad aunque no inmediatamente del casamiento, ceremonia civil y nupcial, creo que demoramos como un mes en lograr penetrarla, se resistía, le dolía, y además no quería ni preguntarle a su madre ni ir a un médico, en cuanto a su madre a ambas les daba vergüenza hablar del tema y el médico creo que el que conocía la había intentado violar o mantenía relaciones equívocas con su hermana, o peor, con su hermano, tanto su hermana como su hermano estaban casados y tenían hijos, por todo eso yo preguntaba poco, un poco para no meterme en la intimidad de su familia y otro poco porque saber era involucrarme y no me interesaba para nada ser parte.
Mi mujer era hermosa, pelo castaño corto que era la moda, me llegaba hasta la altura del hombro que era la medida justa de una mujer con su hombre según sentenciaba mi madre.
Nos conocimos en el balcón de su casa. Y sí, yo pasaba todos los días hacia la escuela secundaria y ella tocaba el piano casi asomada a la ventana del comedor, un día me detuve, otro día le hablé, otro me vio la madre, otro me crucé con su hermano y así fue que poco a poco llegue a entrar a su casa y luego de algunos meses mi padre fue en mi nombre a pedir su mano, esperamos que terminara la facultad, que ella terminara su secundario y la academia de piano y corte y confección, mis hijos decían que fue una relación cursi en un momento cursi de dos familias cursis.
Tuvimos cuatro hijos, dos mujeres y dos varones, todo ordenado: varón mujer varón mujer, el mayor tiene hoy 70 años, la que le sigue falleció jovencita asesinada en una ecuación formada por un conductor desaprensivo y ella que cruzó la calle sin respetar que tenía el semáforo en desacuerdo, el tercero fue a vivir al exterior y perdimos hace muchos años todo contacto y la menor, hoy de 62 años es abuela con dos nietos uno de cada uno de sus hijos, no conozco a ninguno de los cuatro.
Con mis hijos he tenido de siempre muchas diferencias, la educación que les impartió su madre era de una exagerada independencia y por supuesto ese criterio chocaba con el mío, considero que el rigor, la moderación, la mesura, la discreción y la abstinencia son las que forman el carácter y la personalidad honesta de los individuos.  
Tengo presente que las veces que tenía algún mal por el que debía guardar cama, me recuerdo de alguna gripe o cuando me debí operar del apéndice, siempre hubo una enfermera o nurse a mi lado, ya que mi mujer se impresionaba con mi estado por lo que dormía en la habitación de los niños y los niños obvio  no participaban, de púberes tampoco y de grandes tenían muchas obligaciones como para atenderme, siempre justificadas, y por lo tanto yo tenía toda la libertad para exigirles a enfermeras y nurses una dedicación excelente y exclusiva que para eso se les pagaba.
Mis amigos, pocos porque a los amigos hay que elegirlos muy bien,  me decían que era extremadamente severo con mi vida personal pero que me excedía en el trato con terceros, sean esos terceros familiares o subordinados, solo con superiores era tranquilo y respetuoso, pero que inclusive con ellos era poco flexible y no afecto a la camaradería, les discutí el tema, y a lo largo de los años los fui perdiendo en aras de conservar la independencia  de criterio que tantas satisfacciones me daba aunque indudablemente no era un líder de masas.
No lo dije pero lo digo: muy cascarrabias, me molesta que me molesten, que me interrumpan cuando leo, escuchar ruidos durante la siesta, la música con más volumen que lo que indica la prudencia y la buena vecindad, me molesta que se entre o se salga sin saludar, que las mujeres se pinten demasiado o que exageren con las polleras cortas, los pantalones ajustados, las mallas de baño que muestren lo que se debe ocultar o resalten lo que debe ser disimulado.
Me molesta que lo moderno se transforme en religión y que las tradiciones de cualquier tipo sean discutidas
He tenido un muy buen trabajo producto de una profesión valorada, me costó mucho llegar a dirigir mi espacio  pero lo logré y en él he tenido satisfacciones y de las otras, Las satisfacciones han sido siempre por el correcto cumplimiento de los estándares de trabajo indicados por los dueños de la empresa y las otras han sido casi eternamente por el cuestionamiento a que se atrevía el personal a mi cargo de  las instrucciones que les impartía o por el ritmo de trabajo con que se debía operar.
Si hacía calor o frio, si había o no uniformes, si el salario era el correcto, si las mujeres debían tener el mismo estipendio por el trabajo que si fueran varones, si el sábado inglés y si los feriados se debían cumplir o no, siempre había motivo para cuestionar mi autoridad.
Con mis hermanos poco tiempo después de mi casamiento y el nacimiento de mi primer hijo comencé a distanciarme, ellos no pudieron soportar que yo les insistía que el ser humano ha nacido para vivir en pareja y que esa pareja debía ser para toda la vida y que el hecho que ellos siguieran solteros promovía habladuría de vecinos y relaciones y que no se podía aceptar.
En cuanto a mis padres, apenas les prohibí que alzaran a mi hijo y que le otorguen más mimos que los que la buena costumbre indicaba, (¿y si lo transformaban en un  invertido?),  comenzaron a espaciar las visitas de tal forma que no me enteré del fallecimiento de mi padre hasta mucho después de su entierro y el de mi madre lo supe por mi mujer.
No hago aportes ni limosnas ni participo en ninguna entidad de ningún tipo, ni siquiera las cooperadoras de las escuelas de mis hijos, la obligación es del estado.
No he participado nunca en ningún acto de los que se acostumbra hacer en las escuelas, a las mismas se va a estudiar y no a hacer las ridiculeces que los retoños bailen o digan poemas de poco digna factura y más ridícula exposición.
Nunca he revisado los cuadernos de mis hijos, para eso esta la madre.
La última vez que caí enfermo, hace unos pocos días, un exceso que me afectó el hígado, mi mujer y el mayor de mis hijos se resistieron a que hubiera una enfermera y cada uno de ellos se turna para darme la medicina que, debo decir, es horrible, repugnante, repulsiva y execrable.
Pero pasan los días y  no me mejoro, peor, cada día me siento  peor.
Vomito todo lo que como, me duelen los huesos, los órganos, el estómago es un fuego, los intestinos están a flor de piel, la piel como papel biblia.
Estoy preso de mí, la piel que desde toda la vida ha servido de incansable e impermeable mortaja está ajada percudida arrugada con manchas de un marrón casi oscuro que asemeja  pecas.
Los huesos, andamiaje del cuerpo, se quiebran apenas se les exige un esfuerzo mayor que levantar un vaso, los músculos están cansados del ajetreo causado durante toda la vida que he transcurrido y piden sin ruido permanecer quietos.
Las glándulas los órganos los sentidos todos quienes ejercieron armónicamente el hermoso e incomparable oficio de mantenerme vivo solicitan un “basta” imperioso y en silencio.
Ahora ya me morí, estoy dentro del cajón que va directo al crematorio, escuché a los lacayos de la empresa fúnebre mientras colocan la tapa de madera decir
-- que hijo de putaaa ¡!!!

RA