lunes, 13 de febrero de 2012

Desde la Ventana

La ceniza cae sin descanso y manteniendo un ritmo siempre igual, vio?, me hace acordar al comienzo de una historia que escribió un tal Oesterheld hace unos cuantos años, en ese caso no eran cenizas sino copos y la diferencia, muy importante por cierto, era que en el contacto con el copo la gente se moría y aquí y ahora no se muere, se sorprende aunque inevitablemente: se asusta.
Y claro, uno se asusta de lo que no sabe o no tiene explicación, cuando uno se va a operar y no sabe ni el procedimiento ni el resultado ni el motivo de su mal también esta asustado, cuando alguien deambula por alguna zona desconocida si no se asusta por lo menos esta inquieto que es el estado previo al susto.
Es un color gris claro que va cubriendo sin prisa y sin pausa todos los lugares que con alguna horizontalidad sirve de apoyo al polvo y lógicamente ese gris claro a medida que se acumula se oscurece y toma un tono de acero opaco.
Los vecinos nos miramos desde las ventanas y hacemos gestos  suponiendo cada uno que el otro lo entiende, soplamos un poco en los alfeizares, el polvo vuela y se vuelve a situar tozudamente donde nuestro aliento intenta expulsarlo.
Salimos a hacer las compras cubiertos como buzos, escafandra con pilotos o frazadas y unos barbijos que tapan hasta los ojos y oídos.
Masticamos el pan y las comidas no cocidas con dudas si no nos estamos comiendo el polvo que seguramente se apoyó en esos alimentos con vocación de quedarse y pasar a nuestro cuerpo interior ya que nuestro cuerpo exterior esta ostensiblemente expuesto a esta invasión de polvo. Cuando se eleva un poco el viento y se lleva el polvo a otro lado  respiramos con esperanza que no vuelva a soplar para este lado pero luego de un rato todo vuelve a la normalidad, el viento se detiene y el polvo vuelve, o el viento rota y el polvo vuelve.
Mi mujer y mis hijos me miran suponiendo que entre los atributos de marido y padre esta el  de detener la invasión de polvo y yo los miro como diciendo, nada, no les digo nada, los miro y listo.
Usted también me mira pretendiendo que le dé algún tipo de explicación sesuda sobre el polvo: por qué cae, de dónde viene, cuándo se detendrá, qué vamos a hacer con él cuando acabe de caer, si acaba y no nos tapa, y más.
Lo concreto es que a medida que cae y se acumula también penetra en lo profundo del asfalto a través de las bocas de tormenta y se posiciona en la superficie de la basura y el agua que corre en los caños, obvio que donde hay agua y llega el polvo se forma barro y a medida que el barro se va engrosando tapa los caños sumideros, supera la superficie de las bocas de tormenta que vomitan el polvo que ya no es polvo sino esa mezcla perversa de agua polvo y desechos, se sitúa primero en los cordones de las veredas y comienza a ocupar la superficie de las calles y el polvo molesto que se levanta en nubes cuando alguien lo pisa o pasa un vehículo se transforma en un espacio barroso,  asqueroso, repugnante. El barro se junta con las bolsas de basura que se abren y dejan caer los restos de botellas, comida, cáscaras, plástico, yerba, papel…
Ya hay algunos vehículos que por su antigüedad sus fuerzas están menguadas y no pueden superar el freno que produce el barro y quedan abandonados a su suerte, se van oxidando sus piezas más delicadas y el vandalismo los desnuda de aquellas fáciles de hurtar, entre la corrosión y los cacos queda un esqueleto sombrío expuesto de cualquier forma en cualquier calle que traba el tránsito del resto de los vehículos con lo que se inaugura un cementerio de los que mueren y de los que vivos no pueden transitar y quedan encerrados inocentemente en ese Triángulo de las Bermudas de barro.
Ahora como el polvo sigue cayendo y además como usted ve esta lloviendo a cántaros como feliz de encontrarse con ese polvo inmundo y se junta como en licuadora para mezclarse comprometerse penetrarse como un coito mayúsculo e irreal y ya estamos por encima del nivel de la calzada, ha superado, el barro, el primer escalón del edificio y sigue acumulándose como levando cual si fuera una torta de cumpleaños, ya ha entrado por completo en esta casa y las de enfrente.  Esta es la parte alta de la ciudad por lo tanto si llegó hasta acá y sigue subiendo es que están cubiertas las casas los edificios las plazas del resto de la ciudad por debajo de esta cota.
Este es un edificio alto, muy alto, desde la terraza puedo ver la ciudad del otro lado del río, veo gente con botes y lanchas cercanos a esta casa pero imposibles de avanzar porque están en el agua cuando el agua era agua pero ahora que es barro el barro frena la tracción.
Ya estamos en la terraza con los otros vecinos del edificio, una muchedumbre aterrorizada y paralizada, los helicópteros civiles y militares no pueden posarse porque no hay espacio y no nos animamos a colgarnos de los arneses que desesperados nos alcanzan desde las naves y el polvo sigue cayendo y la lluvia también, y no son los copos de Oesterheld pero es casi lo mismo.