viernes, 7 de diciembre de 2012

LA OLA

La Ola
Cuando nací, ¡nací!!
Por qué te cuento esto, porque mi mamá me tuvo en la casilla con la ayuda de mi papá y mi hermana mayor, mayor pero tenía cuatro años, no creas que mayor porque ya estudiaba o trabajaba o ya era casada, no, que va.  Tenía cuatro años y lo que hizo fue traer una sabana limpia que le prestó la Julia, que junto con mi mamá eran las únicas que trabajaban en la tira.
Ya de nacida empecé a sufrir, en lugar de ponerme en la teta, sacarme todo eso pegajoso que me vestía y cubrirme, era invierno y la estufa de carbón estaba apagada porque ya era de noche y en una de esas si te descuidabas con la estufa de carbón terminabas en el otro mundo, te decía, en lugar de todo eso mi papá lo llamó al Tito para que me saque el mal de ojo.  Decía que en la tira le tenían envidia porque mi mamá trabajaba de cama afuera y estaba en blanco, la patrona le pagaba la jubilación y tenía obra social. 
Yo nací en la casilla y no en la obra social porque mi mamá no sabía que se podía nacer en la obra social y tampoco sabía que la obra social le daba leche en polvo para mí y pañales.  Creía que la obra social regalaba muñecas y pelotas de futbol como contaban en el barrio que hacía la Eva cuando era presidenta de la nación, ¿viste?
Ya que te cuento de laburos mi viejo, trabajaba de picapedrero, de esos que hacen la bajada del cordón ¿viste?, pican que te pican esa piedra durísima que cuando salta un pedacito te lastima, mi viejo tenía toda la cara con puntitos, una vez una se le clavó en el ojo y estuvo como dos meses con parche, igual no le quedó bien ese ojo ¿viste? 
Fue al hospital pero ese día no andaba esa máquina que te mira el ojo y no volvió ¿viste? 
Mi hermana nació en el hospital.  Pero el hospital quedaba relejos y además nunca te atendían, y no había ni gasa ni una aguja para la inyección.  Había una salita en la villa pero el médico venía poco porque cada vez que venía lo afanaban y encima tenía que pagar el boleto para entrar ¿viste?  La enfermera no tenía que pagar nada porque era de acá, bué, no era enfermera pero se las arreglaba, se mandaba la parte con su guardapolvo y la cofia y porque al médico lo tuteaba y le decía: Doc. 
Ella decía que era enfermera y le daban un guardapolvo blanco impecable, pero como el piso de la salita era de tierra y la salita estaba en una calle de tierra, bah todo el barrio tenía calle de tierra, el guardapolvo blanco al rato de usar era una mezcla jaspeada de marrón y blanco, casi como salen algunas de la peluquería, mechitas le dicen ¿viste?  
Bueno, a la final la Julia trajo agua caliente en una olla, sacaron un poco para el mate mientras me lavaron y me envolvieron en una frazada, ¡¡que tenía un olooor!!! Yo no me acuerdo del olor pero mi hermana dice que era la frazada del Negro, el Negro era un perro que teníamos en la tira y que todos lo cuidábamos.  Cuando mi papá vio la frazada se puso loco, me hizo lavar de nuevo y me trajo un pulóver de él ¿viste?, tenía olor también, dice mi hermana pero por lo menos no era de un perro.  La Julia le preguntó a mi mamá:
-che le diste la teta
-no
-¡pero qué animal que sos!, ¡dale la leche a esa nena que se te va a morir de hambre!
Y me prendí al botón de una.  Era tibia y asquerosa, después supe que no era leche lo que salía de la teta en ese momento. La segunda vez que me dieron teta, era más rica.
Y yo chupé y chupé como si nunca hubiera chupado. ¡Oia! ¡Claro! Si nunca había chupado, ¡que boluda que soy!

Bueno, no te voy a contar tanto detalle.
Fui creciendo como todos los chicos.  Mi mamá me llevaba al  trabajo en la casa. Cuando llegaba se ponía un guardapolvo con florcitas y un delantal.  Preparaba un desayuno que no sabés. Café, tostadas, jugo, mermelada, un montón de cosas y con la bandeja lo llevaba a una habitación que era como un palacio de grande. Ahí era del hijo de la dueña, la patrona de mi mamá, el hijo estudiaba mucho y tenía anteojos.  A mí me dejaba en la habitación donde estaba la tabla de planchar con la mamadera y unas galletitas.  La patrona de mi mamá me daba unos juguetes y así estaba todo el día.  Mi mamá iba y venía por esa casa que era grandísima y cuando hacía los mandados me llevaba.  La patrona era rebuena y el patrón también, en navidad siempre me daban una ropa o un juguete que su nieto ya no usaba, un nieto porque además del de anteojos que vivía en la casa tenían una hija que era doctora en no sé qué y tenía ese hijo que me daba los juguetes y la ropa ¿viste?  A mí no me importaba que fuera de un varón la ropa que me daba porque igual era linda pero los juguetes eran todos de varón, autitos, soldaditos y hasta un revolver.
Cuando empecé a ir a la escuela iba a una que  quedaba cerca de la casa, me anotó la patrona y también me compró el guardapolvo y la mochila, la mochila era de Heidi y yo estaba muy contenta y estudiaba mucho.  Una tarde yo estaba haciendo los deberes de quinto en la cocina y escuche un ruido conocido.  Me asomé despacito a la pieza del hijo de la patrona, el de los anteojos, y lo vi subido arriba de mi mamá y ella no se quejaba, bah no sé si no se quejaba porque algo decía, él estaba arriba y mi mamá lo tenía agarrado de los brazos.  Mi mamá me vio y él también. Mi mamá me dijo que no tenía que contar a nadie lo que vi porque si alguien se enteraba no podíamos ir más a esa casa y el me dijo que me iba a comprar la mejor muñeca.  Me asusté un montón y lloré mucho.
Cuando llegamos a la villa y nos acostamos después de cenar la comida que trajimos de la casa, escuché los mismos ruidos detrás de la cortina que tapaba la cama de mi mamá y mi papá.  Con mi hermana, que dormíamos en la misma cama en la otra punta de la pieza, nos quedamos quietitas y calladas.  No era la primera vez que escuchábamos los ruidos y las voces pero para mí ahora todo eso tenía sentido, entonces le conté a mi hermana lo que había pasado esa tarde.  Ella se puso a llorar y yo también.
-No le contemos a papá, me dijo
-No claro, mamá me dijo que si contaba lo que vi no podíamos ir más a esa casa. Y el hombre me va a regalar una muñeca grande, pero yo quiero una de esas radios que se pone un case ¿viste? , eso, le voy a pedir una radio para case, uocman, boluda, me dijo mi hermana.
De pronto lo vimos a mi papá, en calzoncillos, al lado de la cama.
-¿Qué les pasa a ustedes?, ¿se ríen o lloran?, me parece que lloran, ¿por qué lloran?
-No papá, no pasa nada, nos reíamos.
Pero nos pusimos a llorar de nuevo, no podíamos contenernos, llorábamos y llorábamos. Yo no sabía por qué lloraba y tampoco sabía que tenía que llorar pero mi hermana debía saber mucho más, porque lloraba con mucha pero mucha angustia. Como las novelas de la tele. ¿viste?
Y entonces mi hermana le contó a mi papá lo que yo le había contado a ella y agregó alguito, como que me habían amenazado de muerte si yo contaba.
Mi papá se quedó duro, como estaqueado.  Me senté en la cama y la vi a mi mamá en camisón y desnuda por abajo, se veía que no tenía nada, paradita al lado de la cocina.
Estaba prendida solamente la lamparita de la mesa de la cocina, todo el resto estaba oscuro o un poco oscuro.  Estaba iluminada la mesa, y la luz se iba apagando a medida que se alejaba de la mesa, quedaba casi oscura mi cama, y la cama de mi mamá y mi papá no se veía porque la cortina tapaba todo. 
Mi papá se acercó a la valija que tenía las herramientas de pica pica, tomó la masa y yo me puse a gritar y mi hermana también, con la masa arrancó la cortina y se la agarró con la cama, le empezó a dar y a dar y la rompió toda, y gritaba y gritaba, el ruido de los gritos, el ruido de los golpes en la madera, mi mamá que lloraba, nosotras que llorábamos y mi papá rompiendo todo pensamos que nos iba a pegar con la masa a todas nosotras.  Con el despelote vinieron los vecinos y trataron de pararlo.  Mi papá gritaba:
-¡Putaaa!, ¡es una putaa!  ¡Decime hija de puta de quién es esa chica!, y me señalaba a mí.
Y corría de lado a otro de la pieza rompiendo todo con la masa.
Como, pensé yo, ¿no es mi papá?
Nadie se le acercaba.  Estaba como loco. ¿viste?
De pronto se paralizó.  Como si le hubieran cortado la energía. Guardó la masa en la valija de trabajo. Se acercó a la pileta de la cocina que era pileta para todo y se lavó la cara y mojó el pelo.
Se puso el pantalón, la camisa, el saco, una  bufanda, la gorra. Tomó la valija, la de las herramientas, otra no teníamos.
Y se fue. 
Los vecinos se abrieron  dejando un paso como si lo que pasaba fuera un coche fúnebre.
No lo volvimos a ver. No tanto. Muchos años después entre los muertos por la explosión en una mina en el sur. Un nombre y apellido era el de él, pero no sabíamos si era él. ¿viste?
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Mi mamá, al otro día, volvió al trabajo. Yo  a mi quinto grado y mi hermana al bachillerato.  No había pasado nada. Estábamos tristes, nada más que eso o todo eso.
Mi hermana terminó la secundaria y entró de cajera en un supermercado y cuando yo terminé la secundaria entré en el mismo súper.
Con tres sueldos nos fuimos de la villa y alquilamos un departamentito, de dos piezas y cocina y baño aparte, te imaginas teníamos cocina solo para cocinar y un baño donde podíamos apoyar el peine. En una pieza teníamos el televisor y en la otra acomodamos tres camas, todas de una plaza.
Íbamos a bailar las dos, siempre juntas y a los mismos lugares, ¿viste? yo estaba un poco gordita y casi no bailaba en cambio mi hermana siempre se estaba moviendo.  Conoció un muchacho albañil y se juntaron.  Al tiempo, él consiguió trabajo en la provincia que estaban haciendo una represa y se fueron para allá. A partir de ahí nos empezamos a ver de cuando en cuando, le nacieron dos nenes y entonces venía menos y nosotras nos turnábamos para ir pero era una vez por año y cuando iba tenía que dormir en la misma pieza que ellos y no me gustaba y no fui más.
Me levantaba a las siete, preparaba el mate, despertaba a mi mamá y compartíamos un poco juntas pero casi sin hablar.  No había cosas para decirse, no tenía muchas novedades nuestra vida.  ¿viste?
Después de lo que nos había pasado con papá no le volví a conocer hombre pero suponía que se seguía entreteniendo con el hijo de la patrona, aunque una vez me enteré que se había casado.  La patrona siempre me enviaba algún regalito, que un par de aros, que un pañuelo para el cuello, que una cartera, siempre para navidad una botella de sidra. Yo le decía que trabajaba en un súper y que eso no era necesario pero parecía como que ella tenía  una deuda conmigo y siempre con todas  esas cosas me estaba pagando algo.  Yo le agradecía y le decía que no se molestara pero ella me miraba como con amor. Y a mí me daba cosa ¿viste?, a veces me sentía como una mendiga que no pide,
Mi mamá casi no hablaba, estaba cada día más callada, más triste, más…no sé cómo decir, como que estaba porque no podía no estar.
Un día se murió.  Cruzó la vía y no se dio cuenta que venía el tren. Por ahí no había barrera y tampoco estación, era un paso solo para peatones y como no había estación los trenes pasaban rápido, y éste pasó más rápido porque era el rápido. Lo más extraño de su muerte es que en la cartera tenía un papel de cuaderno donde con letras grandes estaba mi nombre y la dirección de casa.
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Ahora en el departamento estaba yo sola. Tenía más espacio para mí pero un solo sueldo para el alquiler, las expensas, la luz, el gas, los impuestos, no tenía teléfono, era muy caro. Tenía que bajar los gastos, no me animaba a pedir un aumento de sueldo.
Suprimí la merienda y los postres, suprimí la salida a bailar de cada quincena y disminuí al mínimo posible el consumo de gas y luz.  Televisión solo una hora a la noche y para la novela, no prendía la estufa, me abrigaba bien en la época de frío y gas solo para cocinar. Me acostumbré a los fideos porque era más barato, me hinchaban un poco pero no importaba, total, no tenía novio y no pensaba tenerlo.
Me levantaba a las siete, preparaba el mate, tomaba el mate con dos galletitas.  Esperaba el colectivo de las ocho menos cuarto, caminaba las siete cuadras y ocho y media estaba sentada en la caja. No tenía muchas amigas entre mis compañeras de trabajo. ¿De qué iba a hablar con ellas?, la mayoría tenía novio, iban a bailar ¿de qué iba a hablar?
 Al mediodía me sentaba en la plaza de enfrente al súper o en el comedor del personal y me comía un sándwich.  A las seis se acababa el turno y me iba a casa. ¿Viste?
Tenía sueños.  A veces tenía sueños chanchos por la noche, me acariciaba sola y me imaginaba que estaba con un hombre, pero de eso yo solo conocía por lo que hablaban las chicas o lo que se veía y escuchaba en la tele, pero un hombre desnudo lo único que había visto fue a mi papá en calzoncillos.
También soñaba que tenía un novio rico, con auto, que me llevaba al cine.
Nunca fui al cine.
Íbamos a un restaurant y nos atendían dos mozos como en las películas.
-Señor, Señora, la mesa de siempre está reservada.
Nunca fui a un restaurant.
Soñaba que viajaba en un barco, a veces era uno pequeño y éramos poquitos y a veces era un transatlántico e íbamos a áfrica y estábamos en un safari.
Soñaba que me regalaban flores y un anillo de brillantes.
Una tarde uno de los vigiladores del súper me invitó a tomar un café a la salida, yo le iba a decir que no, que estaba ocupada, pero… ¿en que estaba ocupada? ¿Por qué le iba a decir que no? Y quedamos a la salida.
El tenía una motito pero cuando intenté subir yo estaba con pollera y un poco por demás gordita, hice el ridículo y me puse a llorar y me fui, lo dejé solo con su moto.
Tomé el colectivo a mi casa.  Cuando bajé del colectivo él venía detrás con su moto.
Entonces nos sentamos en una pizzería. Yo pedí un café y él una pizza y un moscato, dijo que no había almorzado porque había faltado uno de los compañeros del trabajo y tuvo que cumplir dos turnos.
Al otro día, no trajo la moto y me acompañó en el colectivo, y él, todo un caballero, me pagó el boleto.
Y así durante un par de meses, no todos los días pero casi.  Una vez intentó besarme y yo me negué.  ¡Recién lo conocía!, ¡era de día!  ¿Cómo se atrevía?, le dejé de aceptar su acompañamiento por unos días hasta que retomamos.
Una tarde que llovía mucho y nos requeempapamos lo dejé entrar a mi casa para que se secara y esperar que calmara el tormentón.
Se sacó la camisa que colgué en la cocina y prendí el horno para calentar el ambiente y se secara la ropa.
¡¡Que musculatura!! Brilloso el pecho y con mucho pelo. ¡Un hombrazo! Puse a hacer agua para el mate y me tomó por atrás, intenté correrlo empujando con la espalda y noté que tenía su cosa dura y me apoyaba, me di vuelta indignada, pero no mucho, y me besó en la boca, yo cerré los labios y el empujaba con la lengua hasta que pudo entrar en mi boca y me dejé hacer.
Me abrazó, no me podía abarcar toda por la espalda, entonces me tomó por la cintura y me apretó contra él.  Yo lo abracé también, no sabía cómo se besaba pero hacía lo mismo que él  y estaba muy bueno, me empecé a mojar como cuando soñaba sola y él se  refregaba conmigo.  De pronto se separó y vi la gran mancha que tenía el pantalón entre sus piernas.  Me miró sonriendo, se sentó en el banquito de la cocina, se sacó los zapatos y el pantalón.  Lavó la mancha en la pileta y lo colgó junto a la camisa.
Con toda naturalidad se sacó el calzoncillo y también lo lavo en la cocina y lo colgó en la manija del horno. Propio un caradura.
Me miró.
-Y vos ¿Porqué no te desnudás también?
-Porque yo no me manché caradura!!!
Le di una toalla de baño para que se tape.
Nunca vi una cosa tan ridícula como un hombre desnudo y en zoquetes.  
Nos sentamos a ver la tele mientras se secaba la ropa pero era imposible, me tocaba, me besaba, y eso la verdá a mí me gustaba, así que acepté lo que decía que haga.
Me pidió que me desnudara pero me daba vergüenza porque soy gorda, así que lo único que hice fue sacarme la bombacha.  El se metió debajo de la pollera y empezó a chupar, ¡¡no sabés!! Ahí nomás me tenía recostada en el sillón con las piernas abiertas y él meta que te meta con la lengua y yo le apretaba la cabeza contra la concha porque estaba que no daba más hasta que acabé, claro.
Nos fuimos a la pieza y él quería verme con la luz prendido pero yo me negué,
-o la luz apagada o nada, le dije muy enojada.
Cerré la puerta para que no hubiera nada de claridad.  Me saqué el vestido y el corpiño.
Cuando se acercó a las tetas y se dio cuenta del tamaño, que el ya se imaginaba, pegó un grito como de triunfo y se metió entre los pechos, se hizo la paja con las tetas,
No sabés!!!. Y después quiso metérmela pero yo no lo dejé.
-Ojito, le dije, es la primera vez que venís a mi casa y ya querés hasta el postre, no señor. Y se terminó, encima se quiso quedar a dormir pero yo no lo dejé.
Al otro día, en el trabajo, se acercó a hablarme pero yo lo ignoré.  Me parece que lo de ayer fue demasiado. Me propasé conmigo misma.  Soy una mujer decente y esto que pasó no se puede repetir hasta que me case. ¡Con él o con otro, pero si no me caso no hay entrega y sanseacabó!
Mi vida continuó como te dije, me levanto a las siete, mate con dos galletitas. Colectivo, caja hasta las seis de la tarde y una hora de televisión.  Por supuesto, me casé con el vigilador, entonces coordinábamos la hora de almuerzo para estar juntos y él dejó la moto. Viajábamos en el mismo colectivo y por supuesto vivíamos en el departamento que yo tenía alquilado.
A pesar de mis esfuerzos no bajaba nada de peso, fui al médico, me puse parches, estuve en un grupo de gordos, todo lo que había que hacer pero no me podía disciplinar en las comidas, entonces lo de la motito no andaba.  Con mi marido todo bien pero a medida que pasaba el tiempo se hacía mejor nuestro amor y el amor pero las charlas disminuían porque los temas eran los mismos, siempre sobre los programas de la tele.
Cuando cumplimos tres años de casados tuvimos nuestro primer hijo. Dándole el pecho le contaba al nene como habían sido mis primeras horas de nacida, le contaba de mi mamá, de mi papá, de mi hermana y de sus primos que ya debían estar grandes ¿viste?
Un avance prodigioso en nuestro departamento fue que pusimos teléfono.  Y la primer llamada se la hice a mi hermana que se puso contenta pero no se notó en la sonrisa telefónica, no tenía otra familia así que teníamos que buscar a quien llamábamos o a quien le dábamos el número de nuestro teléfono.
Una mañana antes de salir a trabajar, mi marido recibió una carta documento, la abrió y ya sabíamos de que se trataba, lo despidieron del trabajo, en el súper cambiaron de empresa de seguridad y ya no lo necesitaban.
Ese día fui a trabajar con el miedo que yo también me quedara sin trabajo. ¿Cómo íbamos a hacer para pagar el teléfono si me quedaba sin trabajo? No teníamos ningún ahorro.  No pasábamos necesidades pero no quedaba nada, si no fuera por el súper la última semana no comíamos.
Una noche a la hora de la cena sonó el aparato.  Toda una sorpresa, nadie nos llamaba.
Era la mujer que había sido la patrona de mi mamá hasta que ella murió.  Me dijo que tenía que hablar conmigo y que estaba dispuesta a venir a mi casa.  Yo me negué, mi casa no era para recibir una señora como ella, el barrio tampoco, toda gente decente y trabajadora pero todo muy humilde. Me dijo que estaba a unas pocas cuadras y que ya venía a mi casa, que por favor la recibiera.
Nos vestimos como para salir sábado a la noche a la plaza del barrio, ordenamos un poco  y nos sentamos a esperar como sala de espera de consultorio.
Y ella llegó, toda vestida de negro, anteojos grandes y oscuros, muy demacrada, caída.
Me hizo recordar a mi mamá, me asusté. Le mostré al nene jugó un ratito con él y por supuesto le presenté a mi marido.
Se quedó callada, un par de lágrimas asomaron detrás de los anteojos.
-¿que le pasa señora?, querido traé un poco de agua.
-Querida, hace seis meses falleció mi hijo en un accidente de avión. 
Hay algo que era de él y es un poco tuyo.
-No entiendo señora, ¿me puede explicar? 
-Cuando tu mamá entró a trabajar en mi casa, mi hijo era jovencito, entraba en la adolescencia y tu mamá le tenía una dedicación especial, lo cuidaba, lo mimaba, le preparaba las cosas más ricas cuando tenía que quedarse por las noches a estudiar para su facultad, en fin.  Tenía una relación de madre pero no era la madre. El se rompió un hueso de la pierna y la clavícula jugando al futbol y entonces tu mamá hasta lo bañaba.   Lo desnudaba y lo bañaba y un día pasó lo que tenía que pasar, una mañana que  estaban solos tuvieron relaciones, y esas relaciones se repitieron, se repitieron y tu mamá quedó embarazada.  Nosotros somos una familia de pocos recursos pero no sin recursos. Decidimos cuidar a tu mamá y a vos, todo lo que se pudiera pero no hacernos cargo que nuestro hijo fuera tu papá.  Vos naciste, el creció, se recibió de ingeniero, se casó y tuvo hijos, y siempre fue consciente de su desliz.  Se murió, cuando se murió supimos que su mujer sabía la historia y ella y nosotros hemos decidido que de lo poco que tenía de patrimonio vos sos parte y en fin queremos que sepas que hay un dinero para vos y si bien no es tanto, seguramente te aliviarán algunas necesidades.
Quedamos paralizados. No sabíamos cuanta plata había para mí pero tampoco nunca habíamos tenido una plata para otra cosa que no fuera comer y pagar las cuentas.
-Pero entonces… ¿Usted es mi abuela?
-Si
-¿Y su esposo es mi abuelo?
-y…si…
-¡Yo nunca tuve abuelos!  ¿Le puedo decir abuela? Abuela.
Lloramos todos, mi abuela, yo, mi marido y hasta el nene, que no entendía nada pero como todo el mundo lloraba él también lloró.  Me golpearon la puerta, era el vecino del departamento de al lado que escuchó que había batifondo y se preocupó, entonces yo la presenté: Che, te presento a mi abuela, es la madre de mi papá.
-¿Como tu papá?
 -No importa, andate, le dijo mi marido, y se fue.
Mi abuela me ayudó a comprar un departamentito, ya no tenía el alquiler pero tenía expensas.  De todo eso yo no entendía nada y además estaba un poco más lejos del súper y tenía que tomar el tren y un colectivo, tenía que salir más temprano de mi casa, buscar otro jardín para el nene.  Entonces pensé en cambiar de trabajo, era cajera en ese súper de mierda hacía un montón de años.
Quedó una platita, entonces le dije a mi marido.
-Che, ¿y si nos vamos a conocer las olas?
Mi abuela averiguó todo y hasta nos alquiló una casita en una playa chiquita, que pagó ella. Nos dijo que lleváramos algo para comer el día que llegamos, y después compremos en un súper. Hasta me regaló una malla, que yo, después sin que se enterara cambié por una bikini. Nunca me había puesto una bikini más que de bombacha para provocarlo a él y calentarlo.  El corpiño me quedaba un poco ajustado y sobresalía todo pero no me importaba.
Había un sol tremendo y la arena era como de construcción. Le compré una gorrita al nene y lo vi a mi marido mirando el culo de todas las minas que pasaban, tampoco me importaba, total, el que lo tenía todas las noches era yo.
Las olas me golpeaban de frente y me puse de espaldas, veía la arena, al nene, la gente que pasaba, y ahora las olas me golpeaban la espalda, la cola, pero no me podían empujar.  Yo era pesada, bastante pesada. Entonces me acordé de casi todo.
De la villa, de la gente de la villa, de la Julia que trabajaba como mi mamá en blanco. Claro la tenían en blanco porque ya de negro tenían el alma por qué no reconocían que yo era la hija del hijo. De los pibes de la villa, del comedor que nos daba la leche y la cena porque el almuerzo era en la escuela.  Y en la escuela que a los de la villa nos miraban de costado como si los otros chicos vivieran en un palacio con rey y todo. Y después el secundario, que pesado el secundario, pasábamos todos, había que pasar. Aprendí un montón, lo que no aprendí me lo enseñaron a los golpes, los golpes de los de la villa para que pague el peaje y los golpes de los profe que la mayoría te miraba con lástima y no como alumno.
Y después el laburo.  La caja del súper. Los clientes que te miraban con cara de que les cobrabas cosas que no llevaban como si uno fuera el patrón. Te miraban para que te apures. Y el patrón que ni a mear podías y encima te miraba como para desvestirte, a mi no porque yo era gorda, pero algunas de las otras las tocaba y si no querías tenías que buscarte otro laburo.
Mi mamá que se murió, pobre, ella disfrutaría tanto esto que nunca conoció, mi hermana, que boluda, que habrá sido de su vida, hace tanto que no hablamos!  La llamé para contarle que tenía abuelos, pero ya no vivía más ahí. Bueno que se joda.
¡Qué vida de mierda que tuve!
Pero ahora tengo casa, tengo marido, tengo hijo y tengo otro laburo.
Pero lo que no tengo es el corpiño, esa ola me lo llevó, oh! Me lo trae esa chica, que suerte. ¡Qué suerte! Últimamente cuando hay algo casi inevitable aparece la ayuda.
¿Viste?