jueves, 9 de enero de 2014

OTRA VEZ LLEGO TARDE...



Otra vez llego tarde…
Increíble, nunca llego tarde a ningún lado siempre me tomo porciones de media hora de tal forma de estar siempre temprano no importa las contingencias del tránsito o del medio de transporte que elija o convenga…pero a la casa de mis tíos, a mi casa histórica, llego tarde y no es la primera vez.
Nunca viví en ella más que los fines de semana o alguna fiesta pero era para mí LA CASA…se inundaba con las lluvias, el ruido del tranvía hacía temblar las copas en el cristalero, las maderas del cuarto donde dormía o jugaba se movían de sus asentamientos, pero siempre fue mi mejor casa…la de los juegos la del mate con leche y el taller de relojería de mi abuelo.
Inés me había dicho que cerraban el cajón y la sala mortuoria antes de la media noche y que si quería ver a Jaime
–tenés que llegar temprano o como mínimo antes de la hora de la ceremonia anunciada. No me hagás lo de tus viejos toda la vida!!! Respetame y respetate, sos el nieto que siempre estuvo- .  Me sonaba el mensaje en el contestador casado con el teléfono fijo en el minúsculo triste y oscuro departamento que alquilaba en Flores bajo, es decir en el Flores barato, peligroso, desconfiado. Petiso esmirriado y de rubio pajizo el pelo tenía con mi abuelo la contingencia del asma, él pescado de joven cuando dormía en las obras en construcción y yo de ser el del medio.  
El velorio es en la casa familiar.  No sé porque Casa Familiar, allí no nacieron  ni mis padres, ni mi papá en verdad, ni mis tíos ni ninguno de nosotros tres pero le decíamos la Casa Familiar porque esas paredes albergaron la familia de mi viejo por 40 años y fue siempre el centro de reunión conjunción síntesis de las novedades y cambios en la familia..
Mi tía, soltera pero no solterona, el zaguán de entrada había sido testigo oscuro de sus encuentros amorosos con todos los proveedores del barrio, de la cuadra y los porteros de casi todos los edificios de departamentos de la manzana.  Nunca se casó y ni siquiera se lo propuso porque lo que le encantaba era la caricia, el encuentro, la seducción y probar otras salivas según me explicó el día que decidió que tenía que “avivarme”.
El tío “loco”, el menor de la familia, gran laburador  trabajó en la misma joyería desde que dejó la primaria hasta que se murió de un infarto cuando Atlanta perdió el campeonato y el tenía 35 años. Me decía que su drama eran mis abuelos,  porque como su hermana no se ocupaba él tenía que “parar la olla” y no podía independizarse ya que el laburo de relojero de mi abuelo no daba para nada, ni para pagar la luz decía.    
Por supuesto mi viejo que fugó de la casa a los diez y ocho y no se ocupó más de su familia histórica y mis abuelos.  Ella vieja, como eran los viejos de 60 que antes ya eran recontraviejos, que cocinaba, preparaba mate de leche y se sentaba interminables tardes en el escalón zaguanero a mirar como su propia casa se llenaba de telas de araña y mugre y no se ocupaba y mi abuelo, bohemio, asmático, eterno sombrero de ala angosta, saco negro y encorvado para aguantar la pesadez de sus pulmones cansados de trabajar para nada.
Relojero, oficio que me maravillaba, mi abuelo se ponía un ojo suplementario sobre el izquierdo y le daba a las minúsculas piecitas y yo desde pequeño me sentaba a su lado y miraba con deleite como recogía con herramientas de magia esas rayitas agujas muelles volantes escapes coronas, algunas no más gruesas que uno de mis pelos, mi abuelo me enseñaba los nombres y yo los repetía varias veces para no olvidarlos y les contaba los pibes del barrio y del colegio para darles envidia, y les daba.
Cuando llegué a la casa solo quedaba el lacayo en la puerta
-Ud es Don Roberto?  -me preguntó
Lo miré desde abajo, el tipo era morocho cabello corto y grandote, debía ser policía y este era una changa porque no daba el físic du rol para lacayo de cochería.
-Bueno porque me ordenaron que cierre el cajón con usted, lo dejaron abierto solo para que usted le dé su último saludo, ahí me dijo una señora que creo que es su tía que usted era el único nieto que lo visitaba y el único personaje familiar que le hablaba, usted a él y él a usted…es cierto eso? Porque nunca escuché nada igual.
Y el tipo hablaba y hablaba, hasta que le pedí que callara un poco, que me dejara hacer el duelo. -Terminala querés? -Le dije suavemente, y el tipo la terminó.
Caminé despacio hasta el cuarto familiar, el cuarto que compartía con su mujer, con mi abuela, con la madre de mi viejo, aunque en realidad era solo yo el que la trataba como hijo, porque los dos que le quedaban cumplían con el rito de saludar para el cumpleaños y nada más.
Y ahí estaba el cajón subido a unos aparatos extraños y brillosos y Jaime dentro, rodeado de una fantasmal tela, vestido con el eterno y manchado traje negro, eterna y manchada corbata azul y con el sombrero puesto, las manos cruzadas sobre la panza y sobre la panza una hortensia. Esa hortensia era de una maceta que estaba al lado de la puerta de entrada al cuarto,  Ni una corona, nadie se molestó, el lacayo me dijo que además de la familia, poca y la poca gente de la cuadra, casi nadie participó de este óbito, dijo óbito como palabra recién aprendida, y debía ser así, puso cara de orgullo por usar esa palabra.
Me senté en una silla de las que rodeaban la mesa del comedor inexistente pero que componía el moblaje de este enorme cuarto.  Rodeé con la mirada reconociendo los rincones y los muebles y ví titilando la máquina de mensajes.
-Usted tiene cuatro  mensajes nuevos, para escucha presione…Yo tengo cuatro mensajes? Me dije en tono irónico y luego me arrepentí, estaba ante un muerto.  Apreté la tecla y escuché: -primer mensaje nuevo: Roberto me voy a morir, no no me voy a morir, ya estoy muerto, esto te lo digo desde el averno…sos el único que…segundo mensaje nuevo: me ha reconocido como abuelo y elogiado mi trabajo vos sos el …tercer mensaje nuevo: heredero de mis sueños bohemios entonces…cuarto mensaje nuevo: te dejo el libro de poemas juveniles, ahora tapa el cajón, tengo frío.

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