martes, 10 de diciembre de 2013

DOCE EN CMT




Se suceden una a una con valentía y resolución, llevan encrespada su cresta blanca como ondeando banderas de la victoria invadiendo la playa con resolución de ejercito victorioso de conquistas.  Algunas más altivas y resolutas y otras, entre varias, muy agresivas, avanzan tranquilas llevadas por las anteriores como las putas que siguen a los ejércitos para quedarse con la paga de los que quedan vivos y con espíritu de descargar en semen la alegría de no haber muerto todavía.

El fuerte viento, como vanguardia valiente, barre a quienes los sorprende la invasión y escapan mal protegidos por ropas y carreras, los más pequeños abrazados a los mayores lloran la desventura de lo desconocido que les ha robado los juegos y los amenaza quien sabe con qué males y castigos.   Y detrás de los vientos, usando los nubarrones como aviso de proximidad,  teórico disfraz de una noche para la que aún no es hora, el agua en coctelera agitada por un gigante con parkinson se enrieda en sí misma organizando el asedio que desemboca en la huida.

Victoriosa el agua, exitosa la ola, se recuesta en la playa entre piedras árboles troncos resto de naufragios y de escapadas, vasos botellas y demás deudos…descansa en el lugar donde moraban los felices y se casa con la arena en un matrimonio fecundo, se penetran mutuamente y la arena cubre con amor y elegancia el furor que traía la ola, desenvuelve las abanderadas crestas y sonríe maliciosamente: la tranquilidad de la arena, su aparente paz una vez más a derrotado al océano que se entrega a la arena mansamente sin saber que ya no puede volver… 

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