A la función
le faltan unas pocas horas para comenzar y la sensación de escenario ya lo
invade.
Le gusta
sentir esa previa de nervios. Saber que va a haber gente que se admira de la
soltura con que enmarca la actuación. El vibrar de los parlamentos, el sonido
de los agudos y la pesadez de los graves, el trinar de los violines el sonido
opaco de los contrabajos, la campanilla y las tubas tan distintas en tamaño y
presencia sonora.
Lo que más le
impacta es el orden exacto de las entradas de las voces humanas y de las de los
instrumentos, horas y horas de ensayos frustraciones alegrías y nuevas
tristezas cuando no se llega al “tono” exacto.
Por otro lado
el llegar del público hasta los salones de recepción, revisar por enésima vez
las comodidades: palco, platea, pulman del primero o pulman del segundo,
gallinero, platea adelante o al final, punta de banco o medio, en fin
cada pasajero deseando que desde su lugar la visión y el oído capten las más
sutiles de las entonaciones suspiros y respiraciones de contención o
aspiraciones para el “tempo”, tener la maquinaria lo suficientemente cerca para
admirar su tañir y ver las manos moverse por el cuerpo del instrumento que
prende las cuerdas vocales a veces sordas a veces liquidas siempre maravillosas.
El rozar de
los pies en las baldosas y luego en las alfombras, reconocer los tacos de las
mujeres y la suela de los varones, adivinar los comentarios en voz alta en el
hall para ser reconocido conocido y visto y luego en murmullo al penetrar en la
catedral de la música para ser más conocido y más visto por la prudencia en el
tono y en el lenguaje, el correr de las hojas del programa, el comentario sobre
la vida obra y milagros de los protagonistas, desde el primero al último
corista. Los chismes sobre el autor, el recorrido de la vida del
Director, cómo se imaginaron los personajes y quiénes los imitarían. Todo:
instrumentos decoración personajes y actores forman un ejército al que yo cubro
con mi tamaño y que debe funcionar coordinadamente, prolijamente,
obedientemente.
Soy un
personaje fundamental en el inicio y fin, en el intermedio, en la presentación,
en la curiosidad y además trinchera para espiar y conocer previamente el estado
de ánimo, quien y quienes están.
Efectivamente,
aunque algunas modas han cambiado y experimentan con mi ausencia, la verdad es
que mi presencia se nota mucho más que mi ausencia de lo cual me siento
sumamente orgulloso…un solo tramo, costuras ocultas, bordados notables, venas
flexibles pero firmes, obedezco sin chistar. Quien me construyó, me dibujó,
diseñó, eligió y en definitiva tomó a su cargo mi nacimiento utilizó tijeras
sobre el papel dibujado, sobre la elaboración cariñosa que imaginó como
un parto, desde la base o sea mis pies hasta el sino o sea mi cuello…y además
me bautizó TELON.
Aunque el relato pasa de tercera a primera persona, me parece muy interesante y original ponerse en la piel de un "algo" que al final sorprende siendo el "tel{on". María Cecilia
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