martes, 14 de agosto de 2012

PINTURA

El sol salta sobre la espuma de olas diminutas que solo existen para justificar el mar.

Un ejèrcito de brillos acompaña la cresta de estas olas, duran un instante desde que emergen hasta que se destruyen a sì mismos cuando la ola que los transporta muere y vive en su encuentro con los arrecifes o la arena que como sàbana de abajo acompaña el movimiento.

La jòven entra con temor al mar y sumerge un pie con un pequeño salto como evitando una avispa y poco a poco se va introduciendo en el agua, los brazos en alto y el cuerpo cobre reluciente desaparece de abajo hacia arriba como derritièndose.

El ocèano ruge con voz propia que viene de la eternidad y seguirà eterna, no sufre de espasmos ni se cansa, no necesita de aplausos para saber que triunfa sobre la especie.

El agua es màs que nada.

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